viernes, mayo 05, 2006

ESPAÑA SE ROMPE POR LA INSOLIDARIDAD EMPRESARIAL


Buenos días, compañeros. Para esta entrada he preferido no introducir directamente algunos elementos (a mi juicio) en contradicción, sino hacer una reflexión personal sobre uno de los grandes temas del año, la Reforma del Impuesto de Sociedades, ajena, pese a su interés para la ciudadanía, en las páginas principales de los diarios del Estado español. He buscado información en varias fuentes. Un especial sobre el tema, con el que comparto datos pero no interpretación, se puede encontrar en Libertad Digital.

A lo largo de los días precedentes se han escuchado en muchos medios de comunicación las profecías de la derecha española anunciando que los procesos estatutarios en marcha romperían el país en tantos pedazos como comunidades autónomas existen en él.
Especialmente castigados han sido los catalanes y su Estatut, acusados de insolidaridad y de peseterismo. Se ha alarmado enormemente a la población diciendo que con la reducción de la contribución catalana a las arcas del Estado, ya no habría dinero para mantener en pie los hospitales y escuelas de las comunidades más pobres.
Sin entrar a defender aquí que la solidaridad sea la que prima en la relación entre las distintas autonomías (llamadas irónicamente autonosuyas por el fascista Vizcaíno Casas), me gustaría hablar de otro tema que ha quedado un tanto solapado y tapado por el debate estatutario y que, en mi opinión, va a afectar mucho más a la financiación de nuestros hospitales y escuelas que el dichoso Estatut de Cataluña.
Este año 2006, el Impuesto de Sociedades (la parte de sus beneficios que las empresas entregan al Estado) baja del 35 al 30%. Los empresarios pagarán por tanto, una séptima parte menos de este impuesto de enorme importancia para la financiación del Estado, que en los últimos años suponía alrededor de un 30% del total del dinero recaudado.
Imagínense ustedes el alborozo de los empresarios ante semejante recorte de tasas, bajada que supera incluso a la abolición del diezmo, aquella tasa por la cual, en tiempos pretéritos, los campesinos se veían obligados a entregar a la Iglesia la décima parte de su cosecha. Y paradójicamente, si esta abolición antigua es hoy acontecimiento muy destacado, digno de figurar en todos nuestros libros de Historia, la abolición del séptimo por el gobierno socialista no ha merecido más que unas pocas líneas de diario, escondidas entre la sección de contactos y líneas eróticas y las esquelas mortuorias. ¿Quién sabe? ¿Será acaso que esta noticia no es importante para la vida de la gente? ¿Será que no interesa a nadie? Evidentemente, ni el gobierno ni la prensa española (como empresa editorial, parte beneficiada en este asunto) se han encargado de airear mucho este recorte de los tipos impositivos. Yo sé que noticias así no suenan bien. No encajan con la política de un gobierno que al menos (y quizás, tan sólo) es nominalmente socialista y con una prensa que, ante todo, tiene la misión de informar a la ciudadanía.
Así, mientras que durante meses la insolidaridad catalana se ha publicado, se ha atacado y defendido, se ha cotilleado en sobremesa, se ha discutido en familia y se ha gritado en manifestación, el gobierno y los empresarios no han perdido ni un minuto en robarle a los españoles que trabajan buena parte del dinero con que se financian nuestras escuelas y hospitales (entre otras muchas cosas):
La insolidaridad empresarial es mucho más grave si consideramos que es el transporte de sus mercancías el que más deteriora las carreteras españolas, que la educación que recibimos se orienta a que seamos trabajadores útiles en sus empresas, que el gobierno, las representaciones diplomáticas y el ejército concentran sus esfuerzos en conseguir nuevos mercados para estas mismas compañías, que la policía defiende en fin sus múltiples propiedades frente a la masa de los que tienen mucho menos. Espero que sólo haya que recordarles con palabras que si pagan más que el que trabaja es porque, en definitiva, el Estado les sirve mucho más a ellos que a nosotros.
Como bien imaginan ustedes la importante reducción de la contribución empresarial al funcionamiento del Estado (miles de millones de euros) tendrá como consecuencias la reducción de la calidad y el número de los servicios públicos y sólo se verá compensada por el incremento continuo de los impuestos que dependen del consumo, aquellos que son iguales para el pobre y para el rico, los que son insensibles y no distinguen entre el pudiente y el que no tiene.
Nos encontramos, por tanto, por un lado, con que los alumnos se hacinan en Institutos como el de Santomera, que ha perdido progresivamente su patio hasta verlo reducido al espacio de un corral de gallinas, y con Centros de Salud como el de nuestro pueblo, en los que el número de enfermos supera la capacidad de asistencia.
Por el otro, el Estado aumenta la parte de su recaudación derivada de los impuestos como el I.V.A., que suben en la misma proporción que los precios de los productos. Esto quiere decir que mientras usted se las ve negras para llegar a fin de mes porque las cosas cuestan cada vez más caras (por ejemplo, la gasolina), el Ministro de Economía (Gilito-Solbes), se frota las manos porque las cuentas con sangre y sufrimiento salen, así que este año (el mismo en que se ha batido el récord histórico de endeudamiento de las familias españolas, que tienen hipotecado su futuro en los bancos), el presupuesto estatal se ha cerrado por primera vez en la historia de España con superávit (el Estado gastará menos de lo que espera ingresar en 2006):
Haga cuentas, del producto estrella de los impuestos indirectos, la gasolina, un 68'4 % del precio pagado en la gasolinera corresponde a la tasa de hidrocarburos. El Estado ingresaba a comienzos de este año 69'3 céntimos de euro (aprox.) por litro de combustible (he tomado como ejemplos, porcentajes respecto a la gasolina de 95 octanos), mientras que con la subida del precio del petróleo, el impuesto sube en el mismo porcentaje y el Estado está recaudando a principios de mayo (fecha en la que escribo este artículo), 74'4 céntimos de euro por litro. Multiplicando esta cifra por los millones de litros de combustible que se consumen en el Estado español al día, Solbes compensa en gran medida el dinero que le ha perdonado a las empresas con la impresionante reducción del Impuesto de Sociedades.
Por tanto y concluyendo, mientras que el gobierno nos aprieta el cinturón y las clavijas a la mayoría trabajadora, es solidario y caritativo con los ricos. No hay que ser un superdotado ni un extraterrestre para darse cuenta de que, mientras nuestro poder adquisitivo es cada vez menor, las cifras de beneficios de los bancos y las grandes empresas españolas han sido este año más altas que en cualquier tiempo pasado.
Les pido tan sólo dos favores para acabar después de haberles entretenido tanto tiempo. 1. La próxima vez que un político les prometa que va a bajar los impuestos llámenle bien mentiroso o ignorante, según le vean cara de diablo o de cándido querubín. 2. Antes de tirarle la piedra de la insolidaridad al catalán o al extranjero, fíjense en el coche que tiene su jefe y en lo bien que se lleva con populares y socialistas. Manden unos u otros él gana cada vez más. ¿Cómo diantres lo hará? ¿Quién será su ángel de la guarda y su buena estrella?

1 Comments:

Blogger Carlos Egio said...

Muy buen artículo José Luis. Está muy bien encontrar a alguien hablando claramente sobre estos temas.

Un saludo.

11:55 a. m.  

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